El futuro ya está aquí. ¿Preparados para el cambio?

Hace apenas un momento que acabo de leer un interesante artículo publicado por Héctor G. Barnés en El Confidencial, titulado, «Estos serán los 162 empleos más demandados en el futuro (y aún no existen)», o sea, que por lo visto, ni son todos los que están, ni están todos los que son. 

Un título el de la entrada que, por cierto, proviene de las afirmaciones del futurista Thomas Frey, el cual habla igualmente de su optimista visión —que no por ello deja de ser visión ideal y necesaria— de una sociedad capaz de “generar nuevos puestos de trabajo que coincidan con el trabajo que se necesita hacer y desarrollar las habilidades necesarias para ellos”, a lo que, muy humildemente, añadiría: generando nuevos puestos de trabajo identificando a las personas capaces de desarrollarlos de forman que, en los mismos, encuentren estas su felicidad profesional.

Con todo, que corren tiempos de cambio es algo ya por todos bien asumido. La situación del trabajo hoy, está claro que no sólo es un resultado provisional de diferentes recesiones encadenadas.

Si bien la crisis desatada en el verano de 2007 fué el pistoletazo de salida del un inicio de profundos cambios sociales, esos cambios no son reversibles sino que, por el contrario, se merecen un estudio en profundidad para intentar predecir el qué y el cómo de aquello que hay que hacer para el mayor bienestar social, porque, con independencia de las diferentes teorías sobre el futuro del trabajo y su final, como bien dice Lynda Gratton[1], «el trabajo del mañana empieza hoy».

El trabajo del mañana empieza hoy

futuro

Desde la perspectiva de la Inteligencia Emocional, Daniel Goleman[2] nos dice:

«Las normas que gobiernan el mundo laboral están cambiando. En la actualidad no sólo se nos juzga por lo más o menos inteligentes que podamos ser ni por nuestra formación o experiencia, sino también por el modo en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás.»

Así pues, el cambio es la única constante cierta.

«Nada es permanente a excepción del cambio»

Heráclito de Éfeso (544 a. C. – 484 a. C.)

Y no por repetido hasta la saciedad, desde hace dos mil quientos años, sea este asunto asumido e interiorizado por la persona, y esto es así, precisamente, por el miedo que el ser humano siente, como respuesta automática, ante la incertidumbre que provoca el mismo cambio.

Así pues, cuando hoy, inmersos en la vorágine del cambio, es verdaderamente imprescindible valerse desde el envoltorio de la tal incertidumbre, se presume vital la capacidad de enfrentarse al miedo, y enfrentarse conscientemente, pues sólo aquello que está en el consciente es susceptible de ser cambiado por uno mismo, de modo que este enfrentamiento se convierte en ineludible para conseguir vencerlo.

El futuro se nos ha adelantado, y el cambio ya no es la excepción, sino la rutina del día a día. Por todo ello, si no queremos vernos absorbidos como objetos inertes en este cambio, nuestra actitud no podrá ser otra que una actitud proactiva al cambio adelantándonos, si cabe, al mismo. Y de esta forma, mediante la proactividad, conseguir el despertar de la consciencia y descubrir ese «desde donde estoy hasta donde quiero estar».pedroatienza1

¿Estamos preparados?

 

[1] «Prepárate: el futuro del trabajo ya está aquí.» Lynda Gratton – 2012. Editorial Galaxia Gutember

[2] “La Práctica de la Inteligencia Emocional”. Daniel Goleman – 1999. Editorial Keiros


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5 grupos de competencias orientadoras en tu carrera profesional

Con cierta frecuencia es aquello que más nos gusta hacer lo que coincide con aquello para lo que realmente servimos y que, por ende, mayor felicidad nos proporciona a la hora de dedicarnos a tal labor.

AutoconocimientoPosiblemente sea por ello tan vital el realizar una adecuada autoevaluación de nuestros perfiles personales con el fin de encontrar aquellas capacidades que a la postre nos van a permitir sentirnos realizados en nuestro quehacer profesional.

Este trabajo de autoinvestigación se debería realizar con sumo cuidado evaluando y desde diferentes perspectivas con tal de que, al fin, alcancemos una herramienta adecuada sobre la que potenciar nuestras capacidades, no sólo en un momento dado, sino a lo largo de nuestra vida, apoyándonos, por supuesto, en esos puntos fuertes que, seguro, seremos capaces de descubrir dentro de cada uno de nosotros.

Con este objetivo, Peter Salovey —junto con John D. Mayer, padres de la Inteligencia Emocional— recomienda trabajar sobre cinco grandes grupos de competencias que, a la postre, nos servirán como factores orientadores del fin que tratamos:

  • El conocimiento de uno mismo y de sus propias emociones

Percibir y reconocer nuestros sentimientos, comprenderlos y, de esta forma, elevarnos y situarnos por encima de estos.

  • La capacidad de controlar las emociones propias

Controlar estos sentimientos desde la autoconciencia y ser capaces, con ello, de dirigir nuestra propia vida.

  • La capacidad de automotivación

La capacidad de generar nuestra propia energía con tal de que nos alimente en el camino de la consecución de nuestros objetivos.

  • La empatía o percepción de las emociones de los demás

Ser capaces de sincronizar con la esfera pública que nos envuelve, con nuestra sociedad, con sus necesidades y mantenernos, de este modo, en sintonía con nuestro prójimo.

  • El control de la relación con los demás

Que nos proporcionará nuestra competencia social y nuestra capacidad de liderar nuestro proyecto en medio de nuestra sociedad cercana.

La importancia de tomar conciencia desde nuestro interior de cada una de estas capacidades se sustenta en las enormes posibilidades que ello nos proporcionapedroatienza1ría a la hora de desarrollar habilidades susceptibles de favorecer nuestra mejora continua. Todo ello, por supuesto, en la medida que seamos capaces de trabajarlas con el debido esfuerzo y constancia.