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5 grupos de competencias orientadoras en tu carrera profesional

Con cierta frecuencia es aquello que más nos gusta hacer lo que coincide con aquello para lo que realmente servimos y que, por ende, mayor felicidad nos proporciona a la hora de dedicarnos a tal labor.

AutoconocimientoPosiblemente sea por ello tan vital el realizar una adecuada autoevaluación de nuestros perfiles personales con el fin de encontrar aquellas capacidades que a la postre nos van a permitir sentirnos realizados en nuestro quehacer profesional.

Este trabajo de autoinvestigación se debería realizar con sumo cuidado evaluando y desde diferentes perspectivas con tal de que, al fin, alcancemos una herramienta adecuada sobre la que potenciar nuestras capacidades, no sólo en un momento dado, sino a lo largo de nuestra vida, apoyándonos, por supuesto, en esos puntos fuertes que, seguro, seremos capaces de descubrir dentro de cada uno de nosotros.

Con este objetivo, Peter Salovey —junto con John D. Mayer, padres de la Inteligencia Emocional— recomienda trabajar sobre cinco grandes grupos de competencias que, a la postre, nos servirán como factores orientadores del fin que tratamos:

  • El conocimiento de uno mismo y de sus propias emociones

Percibir y reconocer nuestros sentimientos, comprenderlos y, de esta forma, elevarnos y situarnos por encima de estos.

  • La capacidad de controlar las emociones propias

Controlar estos sentimientos desde la autoconciencia y ser capaces, con ello, de dirigir nuestra propia vida.

  • La capacidad de automotivación

La capacidad de generar nuestra propia energía con tal de que nos alimente en el camino de la consecución de nuestros objetivos.

  • La empatía o percepción de las emociones de los demás

Ser capaces de sincronizar con la esfera pública que nos envuelve, con nuestra sociedad, con sus necesidades y mantenernos, de este modo, en sintonía con nuestro prójimo.

  • El control de la relación con los demás

Que nos proporcionará nuestra competencia social y nuestra capacidad de liderar nuestro proyecto en medio de nuestra sociedad cercana.

La importancia de tomar conciencia desde nuestro interior de cada una de estas capacidades se sustenta en las enormes posibilidades que ello nos proporcionapedroatienza1ría a la hora de desarrollar habilidades susceptibles de favorecer nuestra mejora continua. Todo ello, por supuesto, en la medida que seamos capaces de trabajarlas con el debido esfuerzo y constancia.

Negación

INFERNO«–Robert, desde un punto de vista meramente científico, atendiendo sólo a la lógica, no a los sentimientos, puedo asegurarte que si no tiene lugar un cambio drástico, el fin de nuestra especie se acerca.

[…] Landong se sintió perturbado.

–Pero… eso parece imposible.

–No lo es Robert, sólo impensable. La mente humana tiene un primitivo mecanismo de defensa que niega cualquier realidad que provoque un estrés excesivo al cerebro. Se le llama negación. […] Sin ella, cada mañana nos despertaríamos aterrorizados ante la posibilidad de morir. La mente bloquea nuestros miedos existenciales y se centra en cuestiones que podamos afrontar, como llegar a tiempo al trabajo o pagar nuestros impuestos.[1]»

Dice el refranero popular que «no hay más ciego que el que no quiere ver», y este nos viene al pelo como introducción y acercamiento al término del psicoanálisis especialmente enraizado como es el «mecanismo de defensa».

La negación consiste, al fin, en cerrar los ojos ante esa parte de la información no deseada en nuestra vida por miedo al sufrimiento, de tal forma que en el mundo del que niega, realmente no existe. Es ese mecanismo de defensa que citábamos al que los psicoanalistas relacionan con la ansiedad y la depresión por el cual la persona bloquea eventos externos para que no formen parte de la conciencia y, por tanto, trata aspectos evidentes de la realidad como si no existieran. Un mecanismo presente en la vida cotidiana que influye para bien o para mal en nuestra manera de afrontar los avatares de la vida en la búsqueda de un ficticio alivio emocional, el cual, más temprano que tarde, no hace más que aumentar nuestra vulnerabilidad ante la auténtica realidad.

Negación Pedro AtienzaUn modo de abordar erróneamente un problema reside en comportarse como si tal problema no existiera, es decir aplicar como solución la negación al problema

Paul Watzlawick, John H. Weakland, Richard Fisch (1974)

No obstante, la negación no la podemos calificar drásticamente como buena o mala. Como estrategia para evitar el dolor habrá que tener en cuenta asuntos como el contexto y las condiciones bajo las que se produce. Pero se ha repetido desde aquí en diferentes ocasiones: sólo es posible cambiar aquello de lo que se es consciente. Y para ello, desde esta perspectiva, la negación es nuestra gran enemiga.

También se dijo desde aquí:

Así que en la busca de nosotros mismos, ese proceso de descubrimiento, desde donde estoy hasta donde quiero estar, es un camino por donde, parece casi ineludible, habremos de transitar.pedroatienza

[1] “Inferno” Dan Brown 2013 Pág. 290

Sobre Inteligencia Emocional — en el origen

Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.

Aristóteles, Ética a Nicómaco

Esta conocida cita le sirve a Daniel Goleman como introducción en su afamada obra Inteligencia Emocional, y esta misma me es muy útil cuando de introducirnos en dicha materia se trata, pues creo, francamente, que refleja a un tiempo la dificultad que conlleva la gestión de emociones, y el beneficio que nos aporta trabajar adecuadamente con estas.

Desde esta perspectiva y desde mi convicción en las bondades del dominio de la gestión de emociones, es por lo que desearía compartir con vosotros mis percepciones y descubrimientos sobre este asunto en el que trabajo y aprendo cada día: la Inteligencia Emocional. Estáis invitados a la aventura y me encantaría poder contar con vuestra compañía.

InteligenciaEmocional1¿Qué es la Inteligencia Emocional?

Poner en práctica las enseñanzas que nos proporciona el estudio de la Inteligencia Emocional es verdaderamente apasionante, pero como en toda materia hay un origen y una teoría sobre la misma que es necesario conocer para la mejor comprensión y aprovechamiento de la verdadera experiencia de gestionar emociones en bien propio y mutuo hacia quien nos rodea.

En una de las ediciones de uno de los cursos de Inteligencia Emocional que impartimos en Alicante, preguntamos a los alumnos sobre sus perspectivas y aspiraciones ante el seminario, y ante nuestra curiosidad uno de los asistentes nos confesó que su verdadero interés era el convencerse de que la tan nombrada Inteligencia Emocional no era una pasajera moda —para nuestra satisfacción sus propias conclusiones, tras vivencias y reflexiones suyas, y sólo suyas, una vez finalizado el curso en cuestión, fueron, seguro, el mejor premio que todos podríamos haber deseado—. Así pues, pongámonos manos a la obra y descubramos juntos los entresijos de la Inteligencia Emocional.

Edward Thorndike

Edward Thorndike

De esta forma, sin pretender darle más extensión que la justa, se convierte en mi primer propósito el mostrar por qué la Inteligencia Emocional no es una moda, sino una materia con una sólida base científica, con frutos demostrados y con un desarrollo que ya hoy nos muestran una forma de entender la vida y el mundo donde el ser es el auténtico dueño de sí mismo.

Y es que ya en 1920, el psicólogo y pedagogo estadounidense Edward Thorndike nos hablaba de Inteligencia Social definiendo esta como una habilidad útil “para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas». Además, añadía igualmente dos tipos más: Inteligencia Mecánica e Inteligencia Abstracta.

En 1938, el psicoanalista Otto Rank, discípulo de Freud y para algunos, pionero de la Inteligencia Emocional, en una conferencia pronunciada en la Universidad de Minnesota, afirmaba: «He aprendido de mi propia experiencia que el proceso terapéutico es básicamente una experiencia emocional, que tiene lugar con independencia de los conceptos teóricos del analista. Por lo tanto podríamos definir la relación personal como lo que sucede cuando una persona ayuda a otra a desarrollarse y a crecer, sin manipular demasiado la personalidad de otro individuo».

Ya en 1983, el psicólogo Howard Gardner, amplia y engrandece los conocimientos al respecto de la Inteligencia con su ampliamente conocida Teoría de las Inteligencias Múltiples —que le valiese, por cierto, el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en el año 2011— donde sostiene que cada individuo posee al menos ocho habilidades cognoscitivas y no una sola inteligencia única como se mantenía hasta el momento. Igualmente afirmaba que cada una de estas inteligencias no poseen un valor esencial por sí mismas, sino el comportamiento y el uso de esas inteligencias de cada individuo dentro de un entorno.

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Teoría de las inteligencias múltiples – Howard Gardner 1983

Así, Gardner las enumera como: inteligencia lingüística-verbal, inteligencia lógico-matemática, inteligencia espacial, inteligencia musical, inteligencia cinético-corporal, inteligencia naturalista y, finalmente, inteligencias interpersonal e intrapersonal, siendo estas últimas sobre las que se fundamentan las bases de la Inteligencia Emocional.

En 1990, por fin, dos psicólogos, también estos norteamericanos, Peter Salovey y John Mayer, acuñaron el definitivo término en referencia a la Inteligencia Emocional definiendo esta como la habilidad para gestionar sentimientos y emociones, discriminar entre unos y otros, y la capacidad de utilizar esta aptitud para dirigir nuestros propios pensamientos y acciones.

Y así hasta llegar a Daniel Goleman quien realmente popularizó esta ciencia con la publicación en 1995 de su famosísima obra “Inteligencia Emocional” que él mismo define como un conjunto de habilidades “entre las que destacan el autocontrol, el entusiasmo, la perseverancia y la capacidad para motivarse uno mismo”, todo ello sustentado en el conocimiento de las propias emociones y el reconocimiento de las ajenas, así como en el buen hacer de establecer relaciones sociales.

El recorrido, como vemos, ya viene siendo largo, tanto como para no ver en todo ello más allá de esa posible y efímera moda. La Inteligencia Emocional, en suma, es gestionar emociones hasta alcanzar una adecuada regulación reflexiva de las mismas; con ello, desde el autoconocimiento emocional e intelectual, dirigirlas pedroatienzahacia objetivos deseados, no impuestos, sino elegidos por el propio ser, influyendo, desde la empatía, en las persona y, con todo, al fin, compartir los logros obtenidos.